miércoles

15 de diciembre. Tercer Miércoles

El tercer mundo
no es un mundo aparte

Diamante de sangre ( Edward Zwick, 2006)

Los misioneros cristianos han abandonado su propio bienestar y su cultura para insertarse con los débiles y los pobres, los explotados y los oprimidos. En los barrios periféricos de las grandes ciudades del Tercer Mundo, en los núcleos rurales abandonados, en las chozas perdidas en la selva, entre los enfermos de malaria o disentería, del cólera o el sida, entre los hambrientos y sedientos de pan y de cultura, de higiene y de vivienda, de solidaridad y de respeto a sus derechos, los misioneros y misioneras han "plantado sus tiendas" -como dice San Juan, del Verbo de Dios al venir a vivir entre nosotros-, conscientes de que lo que desde la lejanía resulta imposible, es viable mediante el diálogo interpersonal, cercano y amistoso. Seglares, misioneros y misioneras consagrados para servir a los pobres.
Los 19.000 misioneros/as españoles que trabajan en el Tercer Mundo han asumido compartir la causa y la suerte de los empobrecidos de la Tierra. A pesar de la escasez de vocaciones que se ha dado en otros campos de la Iglesia, el número de misioneros no solamente no ha disminuido sino que se ha ido incrementando durante las últimas décadas. Al número indicado, formado por sacerdotes, religiosas y religiosos, habría que añadir el de los seglares que constituyen el voluntariado misionero, movidos por el deseo de compartir las condiciones de marginación y de indigencia de aquellos pueblos, consagrándose a la evangelización y a la promoción social de los más desfavorecidos y olvidados del mundo, en un inmenso esfuerzo concretado en obras como dispensarios y leproserías, escuelas y universidades, asilos, orfelinatos, etc.

Si relevante es el empeño de los misioneros y misioneras en estimular, acompañar y ayudar al desarrollo económico y social de aquellos pueblos, de diversas y múltiples maneras, atendiendo en primer lugar a las necesidades más urgentes, como el agua, la alimentación y la higiene, despertando la conciencia de su situación, promoviendo su organización y su responsabilidad, capacitándoles para asumir sus propias reivindicaciones y su desarrollo, no es menos importante, la ayuda que se les presta para que tomen conciencia de sus derechos individuales y sociales, formándoles para ello y acompañándoles en sus luchas en defensa de sus tierras, sus personas, sus costumbres y culturas, este es el caso del justo apoyo a los derechos humanos de los pueblos indigenas. Todo ello ha llevado, en no pocas ocasiones, hasta el martirio a muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, tanto en África como en Iberoamérica.
Documento de reflexión de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

Porque necesitamos que constantemente nos recuerden que la pobreza y la injusticia existen, y que ha de ser nuestra vocación luchar contra ellas desde nuestras posibilidades...
¡Ven, Señor Jesús!

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