A Dios pongo por testigo de que jamás
volveré a pasar hambre
Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939) |
"Tengo compasión por la muchedumbre" (Mc 8, 2), dijo Jesús antes de multiplicar los panes para alimentar a quienes le seguían desde hacía tres días para escuchar su palabra.
El hambre del cuerpo no es la única que padece la humanidad; tantos de nuestros hermanos y hermanas tienen también hambre y sed de dignidad, de libertad, de justicia, de alimento para su inteligencia y su alma; hay también desiertos para los espíritus y los corazones.
¿Cómo manifestar de un modo concreto nuestra conversión y nuestro espíritu de penitencia en este tiempo de preparación?
En primer lugar, en la medida de nuestras responsabilidades, grandes a veces, no colaborando en cuanto pueda contribuir a causar el hambre –aunque sólo sea de uno de nuestros hermanos y hermanas en humanidad– ya esté cercano o a miles de kilómetros; y, si lo hemos hecho, reparando.
En los países que sufren el hambre y la sed, los cristianos participan en las ayudas urgentes y en las batallas contra las causas de esta catástrofe de las cuales ellos son víctimas como sus compatriotas. Ayudémosles compartiendo lo superfluo e incluso lo necesario (...). Tomemos parte generosamente en las acciones programadas en nuestras Iglesias locales.
Recordemos sin cesar que compartir es entregar a los otros lo que Dios les destina y que nos es confiado.
El hambre del cuerpo no es la única que padece la humanidad; tantos de nuestros hermanos y hermanas tienen también hambre y sed de dignidad, de libertad, de justicia, de alimento para su inteligencia y su alma; hay también desiertos para los espíritus y los corazones.
¿Cómo manifestar de un modo concreto nuestra conversión y nuestro espíritu de penitencia en este tiempo de preparación?
En primer lugar, en la medida de nuestras responsabilidades, grandes a veces, no colaborando en cuanto pueda contribuir a causar el hambre –aunque sólo sea de uno de nuestros hermanos y hermanas en humanidad– ya esté cercano o a miles de kilómetros; y, si lo hemos hecho, reparando.
En los países que sufren el hambre y la sed, los cristianos participan en las ayudas urgentes y en las batallas contra las causas de esta catástrofe de las cuales ellos son víctimas como sus compatriotas. Ayudémosles compartiendo lo superfluo e incluso lo necesario (...). Tomemos parte generosamente en las acciones programadas en nuestras Iglesias locales.
Recordemos sin cesar que compartir es entregar a los otros lo que Dios les destina y que nos es confiado.
Juan Pablo II.
Por nuestros hermanos que viven sufriendo el hambre...
¡Ven Señor Jesús!
volveré a pasar hambre
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