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24 de diciembre. Cuarto Viernes

Si peleamos contra el mal, peleemos contra el más terrible de todos: la indiferencia

Patch Adams (Tom Shadyac, 1998)
El Corazón de Cristo se nos ofrece a los cristianos y a toda la humanidad como el icono del Corazón de Dios: en sus afectos, sus sentimientos y sus deseos podemos conocer los afectos, sentimientos y deseos de Dios. En el Corazón de Cristo, Dios nos revela su intimidad: su amor total, su humildad y su compasión. El amor de Dios se nos manifiesta como un amor que nos ama totalmente con todo lo que El es, y que nos ama completamente con todo lo que nosotros somos. (…)

Y este amor también se nos ofrece como espacio de encuentro y de reencuentro para acercarnos, como camino de reconciliación para sacarnos del aislamiento. Puestos en el Corazón humilde de Dios podemos ser pacientes, bondadosos, comprensivos unos con otros; allí podemos no avergonzarnos de nuestras debilidades y de la necesidad de otros con la que todos andamos. La humildad con la que Dios se abaja y se despoja nos invita a perderle el miedo al abajamiento y al despojo propio, a la verdad, nos dispone a reconocer y llevar nuestra propia pequeñez y la de los demás, nos capacita para sostenernos y perdonarnos las faltas y defectos diarios. La humildad de Dios nos va haciendo humildes en el trato con los demás. (…)
La compasión toca esencialmente al Corazón de ese Dios que, para salvar a la humanidad herida, tuvo la audacia de inclinarse tan profundamente sobre ella que llegó a encarnarse, a hacerse uno con ella.

La compasión de Jesús es la de Dios. No es una simple reacción afectiva, es una reacción crítica, que tiene el valor de actuar contra la falta de sensibilidad, contra la indiferencia, contra el embotamiento social, contra todo lo que hiere a la humanidad. Dios se ha tomado en serio nuestras heridas, y no las acoge pasivamente. Jesús integra esta herida en su vida y en su cuerpo. Movido por la compasión, Jesús sale al encuentro del sufrimiento de la humanidad para curar, liberar, reconciliar. En El, sufrimiento y amor se unen y por El hallamos en el corazón de todo sufrimiento humano el Corazón de Dios.
Sofía Baranda, rcj

Para que luchemos denodadamente contra la indiferencia, para que fomentemos los sentimientos de compasión en nuestros corazones y en los de nuestros hermanos...
¡Ven, Señor Jesús!

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