viernes

10 de diciembre. Segundo Viernes

Soy un perro que corre detrás de los coches.
No sabría qué hacer si alcanzara uno.

El Caballero Oscuro (Christopher Nolan, 2008)
Cuanto tiempo, años o incluso toda una vida, nos pasamos persiguiendo una ilusión, un deseo, incluso poniéndolo como explicación a nuestra insatisfacción diaria. En realidad ¿pensamos, tenemos claro, por que perseguimos eso que nos quita el sueño? Y luego, ¿tenemos claro como seguir en el momento de conseguirlo?

Hace muchos años, yo era bastante chico, el hermano de un amigo consiguió algo que estaba persiguiendo hacía mucho tiempo. No importa qué, no viene al caso; pero el día que lo consiguió lo escuché decirle a su hermano: “Nunca me sentí mas vacío en toda mi vida”. En ese momento no lo comprendí, e incluso saqué las deducciones típicas rápidas: “uufff este tipo, hace años que lo escucho decir que quería esto, y ahora se queja! (...)”.
Hoy a la distancia entiendo bien claro esa frase. Puso tanto empeño en conseguir, en cumplir su sueño, que se olvidó de pensar para que lo quería, como seguía su vida luego de conseguirlo, y en ese momento se encontró sin planes para el futuro, de un día para otro. Vacío, tal cual sus palabras.

Y ojo, tampoco me mal entiendan en lo que quiero decir. No se trata de tener planificada la vida, estructurada, metódica, sino de tener en claro que si persigo algo, realmente es para disfrutarlo, y para seguir creciendo, no para cumplir metas inservibles a nuestro crecimiento constante.

Si fue (el logro) un peldaño mLs para su felicidad, perfecto. ¡Felicitaciones! ¡Lo conseguiste! Es un ejemplo que todo tiene un final. Lo que hay que tener en claro, que ese final, precede indefectiblemente a un nuevo comienzo. Y para eso, uno debe estar medianamente preparado, para poder seguir creciendo. Sino, se corre el riesgo de que todo el esfuerzo haya sido en vano.
Gustavo Suhit, bloguero alentador del crecimiento personal

Para que no nos perdamos en ilusiones vanas y no confundamos la ilusión con el empeño...
¡Ven, Señor Jesús!

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